Si te encuentro en otra vida.
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“Mamá, quiero que conozcas a mi novia…”
Temida frase por cualquier madre,
especialmente a cierta edad de los hijos cuando este tipo de decisiones
comienzan a convertirse en posibles y cruciales caminos de por vida.
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“Claro que sí Rodrigo, me encantaría.”
Así fingen las mamás. Porque
ellas no saben decir: “hay no que flojera”.
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“Iremos a un restaurante mañana por la noche y
ella llevará a su padre, así nos conocemos todos.”
Casilda trató de no abrir de
asombro esos ojos inmensos que la caracterizaban. Pero una cena con la familia
de la novia sonaba demasiado formal. Y como todas las mamás se imaginó
campanadas, a su hijo en el altar, nietos, visitas los domingos, etc.
Rodrigo iba regresando de la
ciudad de Monterrey donde había estado estudiando y posteriormente ejerciendo
su profesión de médico. Allí había conocido a Frida, una chica que casualmente
era de su misma ciudad de origen, Hermosillo Sonora. Ella estudiaba arte y
había logrado colocar algunas obras y exposiciones en el extranjero, era muy
parecida a Casilda, Casilda era una escritora. Escritora de esas que aman
sentarse a la orilla del mar con una taza de café hirviendo “quemalenguas” y
desahogarse en el teclado, es irónico desahogarse frente al mar, pero es algo
que a muchos nos pasa.
Frida igual amaba pintar frente al mar por horas y
estaba muy contenta de regresar a su ciudad natal junto con su novio para poder
escapar los fines de semana a Bahía de Kino, una playa hermosa a pocos minutos
de la ciudad, un espacio donde el desierto y el mar se unían como un suceso
imposible.
Casilda se arregló lo mejor que
pudo. Y de vez en vez se asomaba despacio a la habitación de su hijo para
asustarse con tanto entusiasmo, esto se veía realmente serio.
Y como todas las mujeres: se imaginaba
cómo sería la boda, los bautizos, las piñatas, navidades, con la gran familia
que ahora iba a tener. El corazón le saltaba de la emoción mientras se
maquillaba cantando y bailando.
Rodrigo se adelantó a recoger a
Frida y Casilda les alcanzó en el restaurante a la hora indicada. Entró a paso
seguro, se veía increíble, como se ven las personas que cantan en el baño y que
nada les importa.
Pudo ver a Rodrigo y a la chica a
su lado, muy hermosa. Pero apenas se le dibujaba una sonrisa cuando tuvo que
parar en seco.
-
“Dios mío…”
Dijo en voz baja.
Habían jurado reecontrarse, pero
la vida los reencontró. Casilda reconoció inmediatamente al amor de su vida,
Gerardo el padre de Frida.
Hacía muchos años Casilda y
Gerardo habían terminado su noviazgo, Gerardo partía a Monterrey a hacer su
especialidad de medicina y Casilda no creía en los noviazgos a larga distancia.
Y menos en tiempos donde la larga distancia era costosa y realmente era
distancia, los vuelos eran caros y el único medio de comunicación era el teléfono
y la correspondencia que tardaba días y días en llegar y la distancia era
distancia.
Cuando Casilda iba a casarse con
Rubén, el cabrón de su ex marido, Gerardo tomó un vuelo a la ciudad y una
noche, a través de su ventana le pidió no se casara. Pero la boda estaba en
puerta y Casilda en aquel momento no era tan valiente y Rubén no era tan
cabrón. Además eran unos tiempos de mujeres que escondían las agallas, las
tenían, pero las ocultaban en obediencia y sumisión. ¿Cómo fallarle así a sus
padres y a una exigentísima sociedad? Casilda dijo no al amor, pensando que
hacía lo correcto.
Y soñó con él a cada momento, en
cada país que visitaba, con cada desprecio de su marido, durante su difícil
vida matrimonial, con cada triunfo de su carrera, con cada hombre que se le
pareciera, le soñaba, le deseaba y le hablaba en su mente. Le contaba sus
cosas, su vida, su dicha y sus desgracias. Lo tuvo presente siempre. Pero hoy
él estaba allí.
-
“mamá estás bien?” dijo Ricardo
-
“Estoy bien hijo…hola buenas noches…”
Gerardo estaba peor que pasmado,
estaba en shock, perplejo, anonadado, ensimismado. Casilda el amor de su vida
estaba allí. La había soñado, la había deseado, la imaginó a su lado siempre,
tenía su fotografía guardada en un lugar secreto de su oficina, recordaba su
perfume y su sonrisa, recordaba su carácter, su voz y siempre imaginaba que era
suya, recreaba el encuentro en su mente una y otra vez. Y hoy ella estaba allí.
Años después la vida giró.
-
Ella es mi mamá, Casilda y él es Gerardo, el
padre de Frida mamá.
No supieron qué hacer, se dieron
la mano y se sentaron a la mesa.
La cena transcurrió en extraña
tensión y momentos de silencio, Gerardo no podía parar de observarla mientras
que Casilda no hacía más que esquivar las miradas ¿Cómo explicarle a sus hijos
que el amor de sus vidas no eran sus padres si no la persona delante?
Casilda temía que se le notara el
bochorno y los latidos de su corazón se escucharan ¿Cómo es que esto estaba
sucediendo? Pensó que lo soñaría el resto de su vida.
-
No te ilusiones – pensaron los dos – quizá ya te
olvidó.
Rodrigo y Frida anunciaron que
deseaban vivir juntos en pareja un tiempo, pero ni el padre de ella ni la madre
de él parecían darle importancia, estaban muy sorprendidos de tan comprensiva
reacción.
-
Mamá qué piensas, adelante dinos tu opinión.
Dijo Rodrigo
-
Me parece muy bien hijo, que bueno
Dijo Casilda esquivando la mirada
de Gerardo y abanicándose con la servilleta.
La cena terminó y Casilda pensaba
que pronto despertaría. Pero Rodrigo decidió que continuaran la velada en casa
de su madre para brindar y que sus padres continuaran conociéndose, quizá algún
día serían legalmente una familia.
Llegando a casa Casilda se metió
a la cocina y con manos temblorosas comenzó a sacar unas copas y una botella,
galletas y aceitunas cuando de pronto sintió una mirada en su nuca. Se quedó
fría e hirviendo a la vez. Se volteó para encontrar su mirada, era él, el
mismo. Él tenía los ojos con ligeros brotes de lágrimas y un toque de felicidad
inexplicable, le temblaba la boca, no podía hablar, pero con fuerza la llevó
hacia él y por dos segundos las luces se apagaron, no había poses, no había
público, solo dos corazones que se estaban esperando hace tanto, por siempre y
para siempre.
Habían pasado apenas 10 minutos
de que Casilda y Gerardo se reencontraron y la pasión comenzó a surgir en un
movimiento rápido Gerardo aseguró la puerta de la cocina y arrinconó a Casilda.
Casilda había aprendido a no
hacer esperar a la vida, así que tomó el momento ó el momento la tomó a ella
pero el calor la encendió como si tuviese 20 años.
Ni siquiera alcanzaron a quitarse
toda la ropa cuando aguantando los gritos y de forma cariñosa y casi violenta
todo sucedió, con la fuerza del destino y las ganas del tiempo acumuladas en el
cuerpo. Claro tampoco eran tan jóvenes y aquello apenas sucedió en unos
minutitos, sus hijos ni siquiera se dieron cuenta del calor que sentía el
desayunador.
Salieron despeinados y sudorosos,
se arreglaron las ropas un poco y fueron a encontrarse en la sala con sus hijos
cargando temblorosos unas charolas con copas y botanas mal hechas.
-
Mamá tu arete está en la charola
-
¡hay hijo!
es que me estaba molestando que pena, olvidé ponérmelo ¡qué tonta! Firda
qué vas a pensar, que tu suegra es una distraída…
Casilda no paraba de hablar
nerviosa justificándose, pero Frida poca atención podía prestarle, no solo les
faltaba dar la noticia más importante si no que no podía parar de observar la
bragueta abierta de su padre con quien intentaba intensamente de cruzar miradas
para indicarle que debía subirla. Algo muy extraño había sucedido en menos de
20 minutos y comenzaba a notarse.
Y es que la felicidad y el sexo
son imposibles de ocultar, es como si la piel te delatase y los ojos se
gritaran: ¡yeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeiiiiiiiiiiii!¡oh si oh si!
En fin, pretendieron todos que
nada sucedía, hasta que Rodrigo soltó la bomba
-
Mamá, suegro. La verdad es que…hemos decidido
vivir juntos puesto que, pronto ustedes serán abuelos.
Casilda y
Gerardo estaban al borde del ataque cardiaco, las hormonas, los nervios y las
sorpresas estaban al máximo, se voltearon a ver y entonces la felicidad
desbordó a tal grado que se abrazaron ante la mirada asustada e impactada de
sus retoños. La vida les estaba dando un regalo enorme: la familia que siempre
quisieron tener juntos, claro sin batallar, puesto que los nietos son para
gozarse. Una segunda oportunidad, en un momento pleno de su vida.
Se abrazaron
largo y tendido y Gerardo le besaba el cabello, mientras Frida repetía:
-
Papá, basta…papá…¿papá?
Rodrigo no
supo que hacer trató de tomar del brazo a su madre para separarla de aquel
hombre que la asfixiaba en besos y caricias, pero luego la soltaba y luego ella
le tiraba un manotazo para que la dejara seguir celebrando.
El final es
muy simple, Gerardo y Casilda contaron su historia, todos lloraban y reían
sintiendo esa fuerza que va más allá de todas las fuerzas, ese no se qué que
qué se yo que cuando destina a dos corazones a estar juntos hasta el final de
sus vidas, no descansa hasta hacerlos reencontrarse.
Casilda y Gerardo
viven en la playa, sus nietos los visitan y cada día lo disfrutan como arroz
con leche con una taza de café a media tarde.
FIN.